La Dra. Ana Casas

Oncóloga Médica.  Presidenta y Fundadora de la Fundación

“Tener un cáncer no se elige. Pero sí puedes elegir tu comportamiento. Una persona con buena actitud se enfoca a las soluciones con perseverancia, no a los problemas”

Me siento una paciente privilegiada por tener los conocimientos que me brinda el ser Oncóloga Médica y estar siendo tratada en un medio hospitalario que conozco a la perfección, que es mi propio ámbito de trabajo.Ser compañera de los profesionales que me atienden me coloca en una situación de igualdad a la hora de discutir los tratamientos y las pruebas diagnosticas.

Pienso que tendríamos que tratar de aproximar la situación de asimetría de información que existe entre médico y paciente a la hora de enfrentar el diagnostico y el tratamiento del cáncer.

Un paciente con cáncer se encuentra muy desprotegido cuando se enfrenta por primera vez al medio hospitalario. Necesita grandes dosis de información, apoyo, empatÍa, compasión… .…. Atención humana, en suma.

Hice el MIR de Medicina Interna y luego elegí Oncología Médica. Abarca todo el organismo y sus funciones en relación con el cáncer de una forma integral. Y es lo que me gusta. Cuando comencé la Especialidad, hace unos 35 años, empezaba a haber un progreso en investigación muy importante en el campo de la Oncología Médica y esto la hacía muy atractiva. Pero, al mismo tiempo existía mucha impotencia a nivel asistencial, había muy pocos tratamientos efectivos y no se consideraba que el cáncer fuera susceptible de curación porque en esa época muy pocos tumores eran curables. Esa situación ‘a priori’ de desahuciar o mutilar con intervenciones quirúrgicas muy agresivas a una gran parte de los enfermos, no me gustaba nada. Para mí fue un reto la Oncología. Por una parte, atender a los pacientes con los mejores cuidados que existían entonces y al mismo tiempo ser partícipe de ese boom de investigación en cáncer que comenzaba. Afortunadamente las cosas han cambiado y en muchos tumores las cifras de curación se han invertido.

“Me siento una paciente privilegiada por tener los conocimientos que me brinda el ser Oncóloga Médica y estar siendo tratada en un medio hospitalario que conozco a la perfección, que es mi propio ámbito de trabajo”. “Ser compañera de los profesionales que me tratan me coloca en una situación de igualdad a la hora de discutir los tratamientos y las pruebas diagnosticas”. “Pienso que tendríamos que tratar de equilibrar la situación de asimetría de información que aun existe entre médico y paciente a la hora de enfrentar el diagnostico y el tratamiento del cáncer”. Los pacientes necesitan mucha información veraz y contrastada.

Recuerdo especialmente la carita de pena que se le puso al radiólogo que me confirmó lo que estaba claro ante mis propios ojos, una imagen altamente sospechosa de cáncer de mama en la mamografía que estaba en la pantalla del ordenador. Noté que no encontraba palabras para decírmelo, y yo misma tuve que adelantárselo con un “no te preocupes, José, que ya estoy viendo lo que es”.

Por mucho que seas médico, que sepas de qué va la cosa, o precisamente por eso, es una noticia de un gran impacto emocional. De repente, cobras conciencia de la realidad y de que tu vida, la tuya, tiene un final. El cáncer te hace consciente de tu propia finitud. A partir de ese momento nada volvió a ser igual para mí. Por eso, nunca me planteé la enfermedad como un paréntesis. Me planteé la enfermedad como un estado diferente en mi vida, una nueva característica a añadir en mi persona, un estado en el que empiezas a valorar también otras cosas. Empecé a quitarme capas de encima y dejaron de tener valor otras cosas que había apreciado hasta entonces y que tienen mucho que ver con la vanidad, con el egocentrismo y con la ambición. El cáncer te hace mucho más auténtica porque te dice entre líneas que lo más importante que puedes perder es tu vida, y no solo porque puedas perderla físicamente sino porque puedes malgastarla en cosas evanescentes y banales. El cáncer te enseña a agradecer lo que tienes.